Crucifixión, talla en madera africana |
Durante
los últimos días se hecho evidente que el diálogo se hace
imposible en nuestra sociedad - ¡lamentablemente! Sólo se puede
dialogar cuando hay una base común entre las dos partes. Si una
parte intenta violentar la otra, para someterla a sus criterios, no
puede haber diálogo.
Preguntémonos
cuál es para nosotros, los cristianos, la base del diálogo. En
último termino, no puede haber otra sino Jesús. Sólo en Él está
nuestra salvación definitiva y más completa. Jesús está muy claro
en que no todos lo van a seguir. Por eso dice: ¿Piensan
que vine a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz sino la
división. En adelante en una familia de cinco habrá división: tres
contra dos, dos contra tres. Se opondrán padre a hijo e hijo a
padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a suegra.
(Lucas 12,51-53). Así habla el que nos trajo la paz definitiva, no
una paz como la da el mundo, sino una que sólo Dios puede dar. La
consecuencia de la paz que ofrece Jesús no es la guerra, sino la
división. Él es el punto de referencia, y cualquier otro que se
quiere poner como tal, está causando la división. Aunque, por
ahora, le pueden echar la culpa de esta situación a Jesús y sus
seguidores. Pero nadie de los que se oponen a Jesús tiene la última
palabra. Ésta está reservada a Él, quieran sus adversarios o no.
En este sentido podemos entender también la versión de Mateo que no
habla de división sino de espada, o sea, violencia. Eso no quiere
decir que es Jesús quien practica la violencia. Esta interpretación
sería posible sólo si consideráramos esta palabra de manera
aislada. Pero dentro del contexto del nuevo testamento, no queda duda
de que son Jesús y sus seguidores quienes sufren violencia.
San Pablo lo recuerda con toda
claridad: A pesar de su condición divina,
no hizo alarde de ser
igual a Dios;
sino que se vació de sí
y tomó la condición de
esclavo,
haciéndose semejante a los hombres.
Y mostrándose en
figura humana se humilló,
se hizo obediente hasta la muerte, y una
muerte en cruz.
Por eso Dios lo exaltó
(Filipenses 6,2-9). Y el mismo Jesús dice:Cuando yo sea elevado
de la tierra, atraeré a todos
hacia mí (Juan 12,32). Es
precisamente al no reclamar nada para sí, al no aferrarse a ningún
poder, que recibe todo de la mano de Dios.
Esta postura es dolorosa e incómoda.
Nos considerarán culpables por "echar a perder el juego".
Sólo si nos mantenemos muy unidos al Señor podremos resistir.
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