jueves, 27 de marzo de 2014

Consentimiento


Cuando nos encontramos con Cristo, uno no puede quedarse neutro. Sólo hay dos respuestas posibles:
Una es la del joven rico. Quiere llegar al Reino de Dios. Pero cuando se entera del alcance de lo que exige este camino, se retira. En todo caso, no podrá borrar de su memoria, ni de su corazón, lo que Jesús le ha dicho.
La otra respuesta posible - y necesaria - es la del consentimiento a la voluntad de Dios, aunque esto nos cueste al menos al comienzo. En Cafarnaún muchos discípulos dejaron a Jesús. Cuando Éste pregunta a los doce si querían irse también, se nota cierta angustia en la respuesta de Pedro: ¿Adónde iremos? Se siente como entre espada y pared, entre los deseos del ego, del falso yo, y del amor a Cristo. Pedro se decide por éste: Tú tienes palabras de vida eterna.
Al comienzo del camino espiritual siempre está una entrega consciente, un consentimiento a la voluntad de Dios. Esto comenzó ya en el antiguo testamento, con Abrahán, Moisés, David, etc. y llegó a su expresión más sublime en el sí de María que, como fruto, nos trajo al mismo Dios hecho hombre.
El mismo Jesús pasó por allí. También Él sentía el deseo de vivir, pero no como yo quiero sino como tú quieres: hágase tú voluntad. Y, al haber cumplido toda su pasión según la voluntad del Padre, colgado en la cruz y desprovisto de todo, a punto de morir, dice en tus manos encomiendo mi espíritu.
No es fácil comenzar este camino; pero no es cuestión de sentimientos, sino de una decisión, una decisión tomada, quizá, después de una larga lucha interior que nos hace sudar sangre, pero, al final, tomada con serenidad desde el fondo de nuestro corazón. A partir de este momento nos sentiremos con una paz profunda que sobrepasa todo entendimiento, y que nos mantiene firmes en medio de dificultades y contrariedades. No es la paz del poderoso que confía en sus armas y desprecia al débil, sino la paz del que se sabe acompañado por Dios y, por eso, puede tener compasión de otros que sufren.

viernes, 21 de marzo de 2014

Más sobre el diálogo


Crucifixión, talla en madera africana
Durante los últimos días se hecho evidente que el diálogo se hace imposible en nuestra sociedad - ¡lamentablemente! Sólo se puede dialogar cuando hay una base común entre las dos partes. Si una parte intenta violentar la otra, para someterla a sus criterios, no puede haber diálogo.
Preguntémonos cuál es para nosotros, los cristianos, la base del diálogo. En último termino, no puede haber otra sino Jesús. Sólo en Él está nuestra salvación definitiva y más completa. Jesús está muy claro en que no todos lo van a seguir. Por eso dice: ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz sino la división. En adelante en una familia de cinco habrá división: tres contra dos, dos contra tres. Se opondrán padre a hijo e hijo a padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a suegra. (Lucas 12,51-53). Así habla el que nos trajo la paz definitiva, no una paz como la da el mundo, sino una que sólo Dios puede dar. La consecuencia de la paz que ofrece Jesús no es la guerra, sino la división. Él es el punto de referencia, y cualquier otro que se quiere poner como tal, está causando la división. Aunque, por ahora, le pueden echar la culpa de esta situación a Jesús y sus seguidores. Pero nadie de los que se oponen a Jesús tiene la última palabra. Ésta está reservada a Él, quieran sus adversarios o no. En este sentido podemos entender también la versión de Mateo que no habla de división sino de espada, o sea, violencia. Eso no quiere decir que es Jesús quien practica la violencia. Esta interpretación sería posible sólo si consideráramos esta palabra de manera aislada. Pero dentro del contexto del nuevo testamento, no queda duda de que son Jesús y sus seguidores quienes sufren violencia.
San Pablo lo recuerda con toda claridad: A pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz. Por eso Dios lo exaltó (Filipenses 6,2-9). Y el mismo Jesús dice:Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí (Juan 12,32). Es precisamente al no reclamar nada para sí, al no aferrarse a ningún poder, que recibe todo de la mano de Dios.
Esta postura es dolorosa e incómoda. Nos considerarán culpables por "echar a perder el juego". Sólo si nos mantenemos muy unidos al Señor podremos resistir.

martes, 18 de marzo de 2014

Consideraciones sobre el diálogo

Cruz hecha con el casquillo
de la bala de un niño-soldado
En estos días de angustia en nuestro país se oyen desde muchos lados los llamados a un diálogo sincero, para resolver los problemas y enfrentamientos que nos pueden llevar a un camino sin retorno.
También la iglesia, desde la fe, se une a este llamado. Porque siempre hay que buscar el bien de todos, sin excluir a nadie.
Sin embargo, en el lado del gobierno se percibe poca seriedad y sinceridad en su oferta de diálogo, y parece que este clamor de la gente preocupada encuentra oídos sordos. Hasta ahora, la respuesta a sido una represión brutal de todos los que piensan distinto. Además, preocupa la forma continua de culpar de las muertes violentas automáticamente a la oposición, negándose a la vez a hacer una investigación a fondo e independiente de los hechos. No tengo por qué ahondar en esto; lo sabe todo el mundo.
El asunto que se nos plantea en estas circunstancias es, ¿qué podemos hacer si uno de los lados se niega rotundamente al diálogo? Por supuesto, a nivel humano, estamos tentados a aplicar lo del "ojo por ojo". Se respondería a la violencia con más violencia, para asegurarse la victoria. Esto nos llevaría al caos, a una guerra civil, donde no ganaría nadie, y perderíamos todos.
Bandera de
Guerra a Muerte
 Para nosotros, en estas circunstancias, es importante saber cuál puede ser nuestra respuesta crisitana. El Papa Pablo VI publicó el 6 de agosto de 1964, o sea, durante el Concilio Vaticano II, su encíclica "Ecclesiam Suam", con el subtítulo "Sobre los caminos que la iglesia católica debe seguir en la actualidad para cumplir su misión". En ella toca tres áreas de importancia: la consciencia, la renovación y el diálogo. En el capítulo sobre el diálogo dice que Ninguno es extraño al corazón de la iglesia. Ninguno es indiferente para su ministerio. Ninguno le es enemigo, con tal que él mismo no quiera serlo. No en vano se llama católica; no en vano está encargada de promover en el mundo la unidad, el amor, la paz (ES 88). Si bien la iglesia incluye a todos en el diálogo, está consciente de que algunos quieren ser enemigos de ella, y no tienen ningún interés en dialogar. Por eso habla de los obstáculos: Sabemos que hay algunos que hacen profesión abierta de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de conducta política en la ingenua, pero fatal persuasión de liberar al hombre de concepciones viejas y falsas de la vida y del mundo, para sustituirlas, dicen, con una concepción científica y conforme con las exigencias del moderno progreso (ES 92). Por supuesto, el Papa Pablo VI, cuando escribía esto en 1964, tenía en mente principalmente al comunismo soviético. Lo que nos rodea hoy en día en Venezuela tiene de comunismo apenas el nombre. En nuestras latitudes, la intención de desviarnos de la fe, y la manera de hacerlo, está más de acuerdo con las características de nuestro pueblo: un pensamiento no tanto scientífico, sino más bien mágico y supersticioso. Abundan los cultos de la Nueva Era, del espiritismo, brujería, santeros y paleros. En un campo abonado con estos ingredientes, fue fácil presentar a Chávez como objeto de culto, como "el cristo redentor de los pobres". Además, usando fielmente el método de él: dividir, poniéndose él mismo al lado de lo existente, para luego desplazarlo. Por eso, tenemos un culto a su persona que parece ser una parodia al culto cristiano. De esto ya he hablado en este mismo blog en la entrada anterior. Esta religiosidad es como la tiña en un árbol: poco a poco, lo va secando hasta que se muera - y la planta parásita con él. Pero mientras tanto, ésta se habrá propagado - y sigue el proceso, como dicen: Chávez vive; cosechamos lo que él ha sembrado. Ante esta situación, ¿cuál puede ser nuestra respuesta?
La más "fácil" parece ser la sumisión ("no se puede hacer nada; hay que ser prudente"; etc.), bajo el pretexto de "mantener la paz". Pero esto le convendría sólo al opresor, y no resolvería ningún problema. Al contrario, como en una olla de presión, se acumularían las frustraciones y, tarde o temprano, habría un estallido peor del que se quiere evitar ahora.
Nuestra fe crisitana nos ofrece otra alternativa: en vez de sumisión, aceptación. Ésta nos permite actuar de manera positiva dentro de las limitaciones. Recordemos la palabra del Benedictus: "Libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos en santidad..." No significa que no tengamos temor, sino que este temor no nos tiene sometidos. Además, esta libertad nos capacita para luchar por algo más grande que nosotros mismos, por una misión, un sentido, un servicio a los demás.
La persona más "peligrosa" es la que ya no puede perder nada, porque sabe que todo está en las manos de Dios. Eso les permitía a los apóstoles tener la valentía que demostraron después de pentecostés frente al sanhedrín. Nuestra fuerza no está en el apoyo de una masa o mayoría, sino en nuestra confianza en Dios.
Recordemos unas pautas fundamentales:
TODOS somos buenos, también los que nosotros consideramos malos, los que nos hacen daño. También ellos son hijos de Dios y, por lo tanto, buenos, aunque por no saberlo actúan mal. Nos dice Jesús: "Bendigan a los que los maldicen". No podemos llamar malos a los que Dios ha hecho buenos.
Cristo, desde la cruz, le pide al Padre: "perdónales porque no saben lo que hacen". Estamos invitados a orar de la misma manera. Si nos cuesta, recordemos nuestra condición humana, y nuestro pasado, cuando también nosotros hacíamos cosas de las que hoy nos avergonzamos, pero en aquel entonces no sabíamos mejor. Aunque el ambiente no parece favorable para perdonar, tenemos que prepararnos a hacerlo. De esto escribiré en una entrada aparte.
Actuemos desde nuestra experiencia de ser amados por Dios, no desde nuestro ego y sus vacíos, deficiencias y deseos. Eso nos lleva a respetar al otro, sin descalificaciones ni desprecio. Así se puede seguir la lucha de manera pacífica.
Dentro de este marco de referencia, se puede entonces difundir información por todos los medios disponibles, cuidando de que sea información seria y veraz. Se puede recabar información sobre crímenes, pero sin calumniar ni pasar facturas. No se trata de venganza, sino de hacer justicia, y de evitar males en el futuro. Preguntémonos siempre: ¿queremos el bien para nosotros mismos, o para el país y las generaciones futuras?
Además, el perdedor quedaría con sed de venganza que, tarde o temprano, explotaría. En este sentido se comprende, pero es a la vez preocupante, que en algunas partes del país se haya izado la bandera de "guerra a muerte". Esto es sólamente aceptable si esta bandera no se entiende como símbolo de una guerra con armas, sino como la determinación de no ceder en la lucha pacífica hasta vencer.

jueves, 13 de marzo de 2014

El Pecado más Atroz

Hay muchas corrientes que nos quieren hacer ver que la salvación viene de ellos. La política - o lo que puede llamarse todavía así - no está exenta de este error. Hay que poner el dedo en la llaga. Todas las seudo-religiones, aunque utilicen símbolos cristianos, son proyecciones de nuestra mente. Y nos confirman en nuestras acciones y actitudes erróneas y pecadoras.
Veamos el caso de Venezuela. Dejemos que hablen las imágenes:








El que lleve a pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le  colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los  escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos. Pero, ¡ay del hombre por quien viene el  escándalo!  (Mateo 18,6-7).
El final es ineludible - mientras que Dios sea Dios.

 Nuestra respuesta puede ser una sola: la fidelidad al Señor. No a una idea, sino a una persona. En el ambiente que nos rodea, esto es difícil. Pero son los "dolores de parto" que debemos sufrir para que se revele toda la gloria de Dios, y la nuestra en Él.

La Oración de Bienvenida


Como les he prometido, les explicaré brevemente cómo se hace la oración de bienvenida.
Se hace en el momento en que sentimos algo en nuestro cuerpo.

Suavemente, toma consciencia de tu cuerpo y de tu estado interior. Bienvenido, bienvenido, bienvenido, doy la bienvenida a todo lo que viene hacia mí en este momento, porque sé que es para mi sanación; doy la bienvenida a todos los pensamientos, sentimientos, emociones, personas, situaciones y condiciones.
Y repite esta oración, desde tu corazón:

Dejo ir mi deseo de seguridad y supervivencia

Dejo ir mi deseo de afecto y estima

Dejo ir mi deseo de control y poder
Dejo ir mi deseo de cambiar cualquier situación, condición, persona o a mí mismo.
Me abro al amor y la presencia de Dios y a su acción y gracia sanadora dentro de mí.
No se entiende la oración de bienvenida en la cabeza, sino que se la experimenta en el cuerpo.
Enfoca, y sumérgete en tu emoción, sensación, pensamiento o comentario. ¡SIÉNTELO!
No pienses sobre él; siéntelo en tu cuerpo. Recuerda que tu cabeza es parte de tu cuerpo.
No hay nunca un pensamiento, sentimiento o una emoción que no tenga una sensación correspondiente en el cuerpo. Síguelo, experiméntalo, siéntelo, quédate con él.
Decir la palabra Bienvenido es la acción de abrazar al Espíritu que nos habita.
A lo que doy la bienvenida en la práctica de la oración de bienvenida no es el sentimiento, la emoción, el pensamiento o las sensaciones del cuerpo, sino a la acción de Dios dentro de ellos.
Dejar ir” significa pasar a través de la experiencia, sin dar rodeos, sin escapar de ella o reprimiéndola para devolverla al inconsciente. Sólo puedes entregar lo que realmente te pertenece. Cuando te sumerges en el sentimiento, comienzas a asumirlo como tuyo. Sólo entonces puedes dejarlo ir y entregarlo a Dios.

Igual que la oración centrante, esta oración de bienvenida necesita práctica. No le gustará a nuestro ego.
Practica, practica, practica...

También se puede practicar esta oración cuando uno está en calma. Recuerda lo que te pasó; vuelve a sentir lo que has sentido, y haz la oración de bienvenida.

Desde lo hondo a ti grito, Señor

La situación que vivimos, unos más, otros menos, amenaza con agotarnos espiritualmente, si no nos cuidamos. Por algo, el Señor nos enseñó a pedirle al Padre que nos libre "del Mal". El texto original no se refiere a un mal cualquiera, sino a algo que nos "tiene a monte", que no nos deja respiro. Son situaciones amenazantes que se suceden a veces con demasiada rapidez y no nos dejan tiempo para pensar  y responder con calma. Casi se nos obliga a reaccionar visceralmente, lo que, por supuesto, vendría del ego y, a la larga, sería contraproducente.
Por una parte, me siento poco autorizado para hablarles a uds. que sufren los problemas en carne propia, mientras que yo, aquí, vivo tranquilo. Por otra parte, sí, me siento autorizado para hablarles. Porque ya alguien me lo ha pedido expresamente. Además, como monje y sacerdote, tengo este encargo de acompañarlos en su dolor. Así que, intentaré hablarles, no desde la mente, sino desde el corazón.
Me parece que debemos tener clara una cosa: la lucha no es entre comunismo y capitalismo; tampoco entre dictadura y democracia. Lo que presenciamos desde hace muchos años, incluso desde la "cuarta república", es una creciente descomposición de valores humanos y cristianos. Especialmente en estos últimos 15 años se nos ha demostrado que uno puede hacer lo que le venga en gana, y no le pasa nada; la impunidad generalizada - a no ser que te metes con los que tienen el poder. Las dictaduras que tuvo el país a lo largo de la historia, a pesar de sus atropellos contra ciudadanos, han desarrollado el país. Por eso digo que ahora no tenemos ni siquiera una dictadura porque, los que detentan el poder, han empobrecido a todo un país rico, y han envilecido a un pueblo noble y generoso, todo eso bajo el pretexto de una ideología que ya está demostrado que no funciona.
Ya San Pablo estaba claro en eso: Que no pierdan fácilmente la cabeza ni se asusten por profecías o discursos o cartas falsamente atribuidas a nosotros, como si el dia del Señor fuera inminente. Que nadie los engañe de ningún modo: primero tiene que suceder la apostasía y se tiene que manifestar el Hombre sin ley, el destinado a la perdición, el Rival que se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el santuario de Dios, proclamándose dios. ¿No recuerdan que ya se lo decía yo cuando aún estaba con ustedes?  (2 Tesalonicenses 2,2-8).
La "Última Cena No. 13" del Chavismo
Lo que se nos exige entonces en estos momentos tan difíciles es que vivamos nuestra fe en Cristo hasta las últimas consecuencias. Olvidémonos de la "sociedad cristiana"; sólo hay una iglesia - "ekklesia" - los llamados hacia fuera, dejando atrás costumbres inveteradas y queridas. Dios está desmantelando todo este andamiaje, para que vivamos, de nuevo y con toda nitidez, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Aquí ya no valen las cadenas "de mil padrenuestros" que andan por el internet, ni cadenas de rosarios u otras formas que son solamente una acumulación de oraciones - como una "gula espiritual" - pero sin comprometernos con un cambio de conducta.
¿Cómo podemos hacer que nuestras reacciones sean más cónsonas con nuestra fe cristiana? Quisiera recurrir a una experiencia que tuvo San Pablo en una ocasión: Después de una buena paliza, los metieron (a Pablo y Silas) en la cárcel y ordenaron al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Recibido el encargo, los metió en el último calabozo y les sujetó los pies al cepo. A media noche Pablo y Silas recitaban un himno a Dios, mientras los demás presos escuchaban. De repente sobrevino un terremoto que sacudió los cimientos de la prisión. En ese instante se abrieron todas las puertas y se les soltaron las cadenas a los prisioneros (Hechos 16,23-26). Imaginémonos la situación: Pablo y Silas habían sido acusados injustamente, habían recibido una paliza, y ahora están presos en un calabozo. Dolor, hediondez, mosquitos, dolor del alma, frustración por el trato injusto... Honestamente, ¿qué hubiéramos hecho nosotros en tal situación? Ellos estaban ¡cantando un himno a Dios! Este hecho revela de lo profundamente que su subconsciente estaba purificado y unido a Dios. El P. Keating habla de la "reestructuración del subconsciente".
Hemos emprendido el camino de la oración centrante. No nos resuelve los problemas, como por arte de magia. Al contrario, tenemos la impresión de que, ahora, tenemos más problemas todavía; y quizá hemos añorado aquellos tiempos cuando vivíamos en inconsciencia y, supuestamente, felices. Pero la práctica de la oración centrante es un camino. Vamos por diferentes etapas; el Señor va purificando nuestro ego, hasta lo más íntimo de nuestro ser. Ahora nos toca "morir por etapas", para cuando llegue el encuentro definitivo con el Señor, éste sea una "muerte santa", un encuentro lleno de alegría, a pesar de los dolores e inconvenientes que tiene este proceso.
Situaciones como las que vivimos ahora nos invitan a redimensionar nuestra vida, nuestras prioridades. El domingo pasado hemos escuchado en el Evangelio que Dios debe estar en el centro. ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? Si servimos a Dios, Él nos dará lo necesario para vivir. Si buscamos su gloria, Él nos dará su amor y afecto, en medio del desprecio del mundo. Si buscamos su voluntad, veremos que todo sale bien para los que lo aman.
Todo esto, lo practicamos en la oración centrante. Pero hay también una forma de orar en el momento, cuando nos sentimos incómodos, cuando nos hierve la sangre, cuando las emociones amenazan con dominarnos. Es la oración de bienvenida. En una entrada siguiente explicaré cómo hacerla.